En un lugar muy, muy lejano, habitaba hace mucho, mucho tiempo, nuestro minihéroe Tradu Panza. El lugar en cuestión, aunque en sí importa poco, se llamaba Espelandia, pues estaba gobernado por la malvada Espe, que con malas artes privatizaba todo lo que se encontraba a su paso. En este escenario vivía Tradu Panza, yendo y viniendo todos los días a la universidad, en la que estudiaba para hacerse famoso y algún día ganar un Nobel (calculo que en un par de años lo tendrá ^^).
Tradu Panza, al hacer gala de semejante nombre, no tuvo mucha elección en cuanto a sus estudios: Traducción e Interpreteción habría de ser. En eso gastaba sus días, sumido en teorías skopianas, leyendo a Dryden, Even-Zohar y Venuti, e imaginándose veinte años más tarde, encerrado en una cabina de interpretación al más puro estilo Nicole Kidman. ¡Cuánta acción y emoción rebosaría su vida una vez pasados los años de estudiante!
Sin embargo, dejemos a un lado los irrelevantes detalles de la vida de Tradu Panza y vayamos al grano. Eran tiempos en los que Tradu Panza miraba con admiración a sus profesores, pozos de sabiduría, y se tomaba en serio todos y cada uno de los encargos de traducción que le mandaban como si le fueran mil quinientos euros en ello.
Uno de esos días, le tocó traducir en una de sus asignaturas preferidas un texto ensayístico. Con esta tarea en mente, se sentó en su escritorio y comenzó a hacer lo que más le gustaba. El tema del texto requería documentación, y mucha, ya que en el original aparecían referidos varios autores que habían tratado el tema en torno al cual giraba todo el ensayo. Tradu Panza, por tanto, se armó de todo el conocimiento que había adquirido en la asignatura dedicada a la documentación y comenzó a buscar todos y cada uno de los autores para que su traducción fuera lo más exacta posible.
En estos menesteres andaba cuando, de pronto, encontró algo en el texto original que no cuadraba con la realidad. El autor del ensayo le atribuía un nombre de pila erróneo a otro autor, o al menos era lo que Tradu Panza creía, ya que por más que buscaba el supuesto nombre usado por el autor en San Google, no lograba dar con ningún resultado en el que se relacionara dicho nombre con el tema tratado en el texto. Sí encontraba, sin embargo, referencias a un autor con el mismo apellido, pero con un nombre totalmente distinto, de modo que tampoco había podido ser un fallo de imprenta... ¿Qué hacer?
Tradu Panza no lo dudó y le preguntó al profesor, el cual se mostró incrédulo ante el asunto debido al renombre que el autor tenía en su campo. ¡Era muy difícil que una eminencia cometiera semejante error con el nombre de un colega! Sin embargo, las referencias ahí estaban y el original también... Tradu Panza, en aquella ocasión, decidió respetar el original y reprodujo lo que para él era un error en su traducción, aunque no quedó satisfecho con ello.
Y mi pregunta es... ¿Es el autor un dios todopoderoso que todo lo sabe? ¿O es un simple mortal con el defecto de que puede cometer errores? Ahora Tradu Panza, unos años después, tiene la respuesta. Un traductor puede cometer errores al reproducir, pero un autor también puede cometer errores al escribir. Humanos somos todos y eso no hay quien lo cambie.
¿Qué solución es, por tanto, la más adecuada en caso de descubrir un fallo de semejante magnitud en un texto que, por otro lado, no es temporal, como un texto en la red, sino que va a salir publicado en un libro y va a quedar grabado para la posteridad? Tradu Panza opta por la solución más fácil, que es decir que la respuesta es relativa y depende de la situación. Sin embargo, ante estos casos lo mejor es hablar directamente con el autor si se tiene la oportunidad. Si ese no es el caso, reproducir el error es la forma más fácil de curarse en salud y escurrir el bulto (oye, es lo que pone el original) aunque también podría considerarse una traición al autor dejándolo en paños menores delante de un público mundial (algo que queda muy feo ante la galería). ¿Notas al pie o un simple [sic]? No si se puede evitar, gracias. En ocasiones podrían llegar a sacarte de un gran aprieto... pero hay que tener en cuenta que no en todos los tipos de traducciones están disponibles. Cambiarlo directamente... Puede que también dependa del tipo de error, pero desde luego es, en opinión de Tradu Panza, la opción menos recomendable. Siempre puede haber sentidos ocultos que se escapan al ojo que todo lo ve del traductor.
¿Y tú, querido lector? ¿Por qué solución te decidirías?
By the way, mientras redactaba esta entrada me he encontrado con este artículo de El Trujamán que habla precisamente de este tema... ¡A leer!
¡Hola!
ResponderEliminarHe descubierto tu blog por casualidad (está en el «blogroll» de «Transcreando por palabra», de Ana Abad). Me gusta tu forma de explicar las cosas somo si estuvieses escribiendo un libro :)
No puedo aportar nada más a tus propuestas porque eso es exactamente lo que haría. Primero, hablar con el autor. Si no se puede, achacar el cambio a un error de imprenta del original mediante una nota del traductor o añadir un [sic]. Por último, traducir el error si no me queda más remedio.
Me veo en situaciones así constantemente, sobre todo porque me especializo en videojuegos y, la mayoría de las veces, los desarrolladores parecen no tener ni idea de los estándares de formato de las consolas y te hacen hacer traducciones imposibles. Como sé que esto lo tendrán que cambiar cuando pase por los dueños del formato (Microsoft, Nintendo, Sony), siempre que puedo intento traducirlo como si estuviese bien escrito, y así me ahorro tener que cambiarlo de nuevo más tarde :) Sin embargo, muchas veces no tiene ni pies ni cabeza y no me queda más remedio que traducirlo «literal» y esperar a que el cliente recapacite y cambie el texto. No siempre me salgo con la mía ;)
En fin, que te seguiré de cerca. Un abrazo.
¡Gracias por el comentario, Curri! Don Localizote está aquí a mi lado y me dice que te transmita su agradecimiento también por la recomendación en Facebook y que si quieres te regala uno de los molinos a los que ha vencido hoy (los hay muy confortables, te aviso) :P.
EliminarYo trabajo en plantilla en una empresa de videojuegos y te digo que... tu situación no es única. Las correcciones de textos a posteriori están siempre a la orden del día (tengo muchas veces la sensación de que los programadores no hablan entre ellos), una cosa con dos o tres nombres distintos, dos o tres cosas con el mismo nombre, información falsa, errores tipográficos que en un 90% de las veces descubrimos nosotros, los localizadores... Eso por no hablar de cuando deciden escribir en un idioma extraño y todavía por descubrir. Vamos, que si quisiéramos estaríamos sentados todo el día al ladito de los programadores y/o redactores para saber de qué están hablando...
¡Un saludo y nos leemos!
Bueno, cuando un Papa ha vivido en tres siglos diferentes (en dos, aún podría caber la opción [ [ y eso figura en una de las guías turísticas de mayor difusión de Barcelona] ), un servidor no se preocuparía por tales nimiedades... ;-)
ResponderEliminarSi tengo la absoluta certeza de que está mal (de lo cual nunca estoy absolutamente seguro), lo corrijo y se lo comento al autor, a la editorial o al gestor de proyectos.
Hola, Pablo:
EliminarIgual ese Papa encontró la fuente de la eterna juventud y terminó muriéndose de un susto... :P
¡Caso extremo el que nos cuentas! :D
¡Un saludo!