lunes, 22 de octubre de 2012

Don Localizote y la maldición del formulario

¡Riiiing, riiiing!

Don Localizote, con el ceño fruncido y la baba cayéndosele de la comisura del labio, alarga la mano y golpea con fuerza a su peor enemigo... ¡el despertador! Lentamente, va incorpórandose mientras intenta abrir los ojos, luchando contra el rayo que se está colando por la ventana y que lo ataca sin piedad alguna. ¡Qué delicia la hora del despertar!


Ya con las zapatillas puestas y cambiadas de pie, se tambalea con dificultad hacia la cocina para prepararse su cafelito matutino. Acto seguido, cual zombi recién salido de los laboratorios de Umbrella, deambula hasta su minidespacho y se deja caer sobre el sillón. Comienza un nuevo día de promoción y marketing a través de la amplia red que es Internet.

Un par de palabras clave en San Google y encuentra los resultados que busca. ¡Clientes! ¡Oh, sí! Comienza a abrir páginas mientras le da un sorbo a su café, ya medio frío, y un mordisco a la magdalena. Miles de migas caen sobre su teclado, pero él está demasiado adormilado como para prestarles atención y, lentamente, se van colando entre las rendijas que separan las teclas.

Ojea una página tras otra y, según lo hace, va decidiendo si sigue adelante con la presentación de sus servicios o no. En esto, se encuentra con una perfecta: buena presentación y muy adecuada para el perfil de Don Localizote. ¡Adelante! Se dice para sus adentros.

Empieza a recorrer un enlace tras otro, leyendo la información que considera importante y buscando, a su vez, el apartado en el que explican cómo se deben presentar los nuevos colaboradores. Un enlace, dos, tres, siete... Esa sección no está en ningún lado. Aumenta un 100% su atención y recorre cada apartado, en busca del ansiado enlace. Finalmente, cuando ya casi lo ha dado todo por perdido, abajo, en la esquina derecha, en letra de tamaño 3, lo ve: Freelance translators. Con una sonrisa de medio lado y un rápido movimiento del ratón, entra.

¡Oh, no! ¡Un formulario! ¡A estas horas de la mañana no! Resignado, da otro sorbo a su café, ahora sí, helado. Parece que su desayuno se ha acabado por hoy. No hay más remedio, hay que pasar por ello, así que se pone a rellenar.

Tratamiento, nombre, apellidos, dirección... Y eso solo es la primera página del formulario. Una vez lo ha rellenado todo, le da a continuar. Aparece la misma página con letras rojas al principio.
  1. Teléfono: formato erróneo.
  2. Móvil: formato erróneo.
  3. El  campo "color de su ordenador" es obligatorio.
Vaya, habrá que resolverlo... Una vez hecho, le da de nuevo a continuar. Aparece la siguiente página: formación. En ella, ve un campo desplegable para seleccionar la universidad, dividido por países. Busca Spain y la encuentra, pero solo hay cinco opciones y no está la suya. ¡Su universidad no existe! Encuentra una opción que pone simplemente: Departamento de Filología. "Lo tomaremos como el campo por defecto...", piensa.

Le da a continuar. La misma página, en rojo: ¡ERROR!
  1. Introduzca su instituto.
  2. Introduzca su colegio.
  3. Introduzca su guardería.
  4. Introduzca sus notas medias.
¡Aaaaahhhh! ¡Qué horror! No va a terminar nunca... ¿Para qué quieren la nota media de su guardería? Diez minutos más tarde, ha terminado. Le da a continuar y aparece la siguiente página: especializaciones... ¡Con una lista interminable de posibilidades! Mmmmm... Tocará leer una por una... Media hora después, ha terminado y le da para pasar a la siguiente página: tarifas. Comienza a leer: introduzca las tarifas para cada especialización, la tarifa mínima, la tarifa para menos de diez palabras, por hora, por página, por línea, para cada par de lenguas... 20 minutos más tarde... ¡Hurra! ¡He terminado!

Pasa a la siguiente página... en la que tiene que adjuntar su curriculum vitae. ¡Qué poco le queda a Don Localizote! ¡Y además esta es la parte más fácil! Busca su curriculum lo adjunta y... ¡formato incorrecto! Solo se admiten archivos en formato bbco. ¡Qué narices es un bbco! Una hora más tarde, logra dar con el formato correcto y... emocionado, pulsa el botón de enviar...

SE HA PRODUCIDO UN ERROR EN EL ENVÍO. POR FAVOR, INTÉNTELO DE NUEVO.

Noooo... ¡Tres horas de reloj rellenando el formulario para nadaaaaa...!

¡Catapum! Don Localizote, con su gorro de dormir y el pijama de franela, se ve de morros en el suelo agitándose cual pez recién sacado del agua. Todo había sido un sueño, aún le quedaban un par de horas en la cama, así que aliviado, vuelve a acurrucarse entre las sábanas... pensando en lo que el destino le tiene guardado al día siguiente.



martes, 2 de octubre de 2012

Don Localizote y la asociación... ¿de colegiados?

Que Don Localizote haya permanecido en absoluto silencio durante más de un mes no se ha debido a otra cosa más que a aquel venturoso viaje que emprendió en su última aparición. Un mes difícil ha sido este para Don Localizote, pues se ha compuesto de días y días sin una buena conexión a Internet estable que le permitiera mantenerse en contacto con el resto del mundo. Sin embargo, ha procurado mantenerse mínimamente informado sobre todo lo que ha ido pasando en el mundo traductoril en su ausencia.

Una de las cosas que sucedió hace un par de semanas fue lo relatado en esta entrada, que luego suscitó un gran debate en torno al intrusismo profesional en la traducción. Relacionado con ese tema está el último desencuentro que ha tenido Don Localizote con la burocracia germana que, tomando la forma de una asociación de traductores, le ha vuelto a dar un suave puntapié para recordarle que los días en los que se encontraba en su querida patria, en donde casi todo vale, ya han quedado muy atrás.

Aquí os ofrezco el relato, pues, de su historia...

Muy fatigados por lo largo y arduo del camino, llegaron Don Localizote y Traducinante a su nueva morada en la ciudad bávara de Múnich. Nuestro héroe había venido para quedarse y, poco a poco, abrirse camino en solitario a través del fantástico mundo de la localización. Su idea era muy clara. Debía prepararlo todo para comenzar sus andanzas como caballero freelance, batallando contra malvadas construcciones sintácticas y perversas formaciones léxicas, a cambio de una justa remuneración. Aquel era un territorio aún para él inexplorado, pero que lo llenaba de una inaguantable curiosidad.



Comenzó por documentarse: leer, leer, leer... Revistas, blogs, libros, páginas... Todo consejo que otros trujamanes pudieran ofrecer era de gran valor para él. Se sorprendió, asimismo, al darse cuenta de que muchas de las dudas que lo atormentaban habían sido objeto de preocupación antes en las vidas de muchos de sus compañeros. Miles de respuestas esperaban a ser encontradas por nuestro héroe, respuestas que lo irían guiando sutilmente por el buen camino.

Uno de esos consejos que llegó a sus ojos fue la recomendación de afiliarse a, al menos, una asociación de traductores que se adaptara a su perfil profesional. Se recomendaba, además, afiliarse a varias, tanto en el país donde se hablaba su lengua meta como en los de las lenguas origen. Don Localizote optó, casi sin pensárselo, por solicitar su admisión en ASETRAD, la asociación española más conocida, y en la BDÜ, Bundesverband der Dolmetscher und Übersetzer, una asociación alemana extendida por todo el país.

No le llevó mucho tiempo rellenar y enviar la solicitud a la asociación española, para la que bastaba con remitir el formulario descargable ofrecido en su página web. Sin embargo, su corazón dio un pequeño vuelco al descargarse el formulario de la BDÜ... ¡17 páginas! Le esperaba un buen rato de lectura de todos aquellos papeles y luego otro tanto para el rellenado de los mismos y la recopilación de toda la documentación que solicitaban... ¡This is Deutschland bitte!

Resignado, comenzó a leer y rellenar los papeles hasta que se topó con la pregunta: "¿Es usted traductor jurado? ¿De qué idioma(s)?" Don Localizote era traductor e intérprete jurado de inglés en España pero... ¿estaría el título reconocido en Alemania? Tras una corta llamada descubrió la cruda realidad... ¡Oh! ¡Pobre de él! ¡La respuesta fue negativa! ¡Ya no podría beneficiarse de aparecer en la base de datos de dicha asociación como tal!

"Bueno," pensó, "un contratiempo que podemos dejar a un lado de momento..."

Siguió rellenando la solicitud y... ¿cuáles son sus lenguas de origen?

"Inglés, francés y alemán, por supuesto." Se dijo para sus adentros justo antes de leer: "Aquellos idiomas para los que tenga un título académico que lo demuestre."

¡Pardiez! Tres años llevaba Don Localizote trabajando desde el alemán, día tras día, tanto que incluso era la combinación de idiomas en la que más práctica tenía... ¡pero no poseía ningún título académico en esa combinación! Seguro que aquello era un error y también aceptaban la experiencia laboral como prueba... ¡Tenía que ir a preguntarlo sin más dilación! Así, media hora más tarde, se encontraba de camino a la sede de la  BDÜ en Múnich, la cual tardó bastante en encontrar.

Al llamar, lo atendieron inmediatamente:

- Buenos días, he leído que hace falta un título académico o estatal que demuestre que soy traductor del alemán para solicitar la afiliación a su asociación... Verá, realicé mis estudios en España en las combinaciones inglés-español y francés-español, pero llevo más de tres años en Alemania trabajando como traductor también en la combinación alemán-español...

- ¿Pero tiene algún certificado de una institución académica que lo justifique? ¿Ha sido habilitado por algún organismo alemán?

- No...

- Entonces lo mejor es que realice un examen y obtenga el título...

¡Don Localizote no daba crédito! Aquello que en su país tanto se criticaba en Alemania era la norma... ¡y eso que era una simple asociación y no un colegio! Si quería pertenecer a la asociación, debía volver a la universidad (solo tendría que hacer el examen, le dijeron) o hacer un examen estatal para conseguir el nombramiento como beeidigter Übersetzer...

Aquello no podía ser cuestión más que de la mentalidad germana, porque muy probablemente antes de que existiera la figura del beeidigter Übersetzer y cualquier programa académico dirigido al estudio de la traducción, ya existían personas sin ningún título ni condición encargadas de que los alemanes se entendieran fuera de sus fronteras... ¡Pero ellos, ingratos, sí que habían obligado a aquellos "traductores formados en la experiencia" a formarse también en un centro educativo para poder ser considerados "verdaderos traductores"!

 
Experiencia contra academicismo en su estado más puro... Y, mientras tanto, Don Localizote tuvo que irse a casa compuesto, indignado y sin asociación...

Y a ti, querido lector, ¿qué te parece que en Alemania sí se exija un título académico para hacerte llamar traductor? ¿A qué crees que se debe esta diferencia tan radical entre lo que sucede en España y en Alemania? ¿No se quejan los traductores con 30 años de experiencia y ningún título relacionado con su profesión en Alemania?


martes, 4 de septiembre de 2012

Don Localizote y su cambio de vida

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... y podría seguir cantando hasta que el sol cayera tras el horizonte, pero voy a seguir escribiendo mejor, que es para lo que estamos aquí, ¿verdad?

Como iba diciendo, en ocasiones la vida se afana en sorprenderte y da giros inesperados, repentinos y drásticos. En ocasiones son buenos, otras son malos y las más veces son simplemente un nuevo rumbo en el curso de tus días... ¿Que por qué me pongo a filosofar ahora sobre la vida y sus menesteres? Pues porque eso precisamente es lo que le ha pasado hace muy poco a nuestro querido héroe.

Don Localizote pasaba sus días, como todos sabemos, en la fría y gris ciudad de Hamburgo, a orillas del Elba, que tantas horas de sol y calidez racaneaba. Barcos recién llegados a su animado puerto, cervezas en las terrazas del barrio de Sternschanze, música y bailoteos en una calle de dudosa reputación llamada Reeperbahn, paseos a la orilla de los lagos que embellecen el centro de la ciudad hanséatica... todo ello había formado parte, hasta entonces, de su día a día. Al pensarlo, una serie de instantáneas recorría su mente al son de una sosegada melodía:




Sin embargo, de la noche a la mañana, su vida dio un giro de 180 grados y cambió de rumbo. Se vio animado a cambiar de aires, a dejar su piso atrás y también, por desgracia, a sus amigos. Decidió que al mes siguiente debía estar en otros lares, vivir nuevas aventuras, forjar nuevos recuerdos. Al mirar atrás pensaba en los últimos tres años: lo que le habían aportado, tanto personal como profesionalmente; lo que había vivido y aprendido; las personas con las que se había topado; los momentos que ya jamás olvidaría.

A ratos, la nostalgia lo apresaba y también la angustia por saber lo que le depararía el futuro. Después, se veía con fuerzas renovadas y animado a enfrentarse a su porvenir, sin importar cuan duro se le presentara. Tenía un plan y también una motivación, pues su Dulcinea lo esperaba al otro lado. Una sonrisa tonta asomaba en su cara con tan solo pensarlo. De ilusiones puede vivir el hombre, se dice, ¿pero qué sucede cuando esa ilusión se convierte en realidad? Pues está claro, que las cosas, muy probablemente, vayan a ir a mejor.

Un mes tardó, con sus treinta días y sus treínta noches, en dejarlo todo listo, antes de verse, una mañana, montado en su fiel compañero Traducinante, con su hatillo al hombro y sus diccionarios en las alforjas. Decidido, alzó la vista al horizonte y, suavemente, animó a su caballo a dar el primer paso mientras él, raudo, sacaba la brújula que habría de guiarle durante todo el camino.

Al salir de la ciudad, miró atrás con tristeza por lo que dejaba y, acto seguido, fijó los ojos al frente con ilusión por lo que le esperaba, por lo que le quedaba por vivir en su próximo destino: Múnich.


P.D.: Esto va por vosotros, amigos hamburgueses, que sé que algunos leéis las historias de Don Localizote con asiduidad... Para todos aquellos que me habéis alegrado los días en esta gran ciudad durante tres años... ¡Gracias y hasta pronto!